miércoles, 10 de septiembre de 2008

La estudiante

Rebusqué en la mochila las llaves mientras, mi mano izquierda sostenía la comida. Luego abrí ayudándome de mi pie. La luz del salón estaba encendida. Dejé la comida en la mesa, seguido de la mochila y la chaqueta. La vi, nos miramos y nos hubiésemos besado en los labios sino fuese por el aire.

Sentada allí entre el portátil, unos libros, un sobre, una carpeta y fotocopias. Su pelo castaño brillaba por el reflejo de la luz. Aunque sino fuese ése reflejo hubiese sido el del Sol, el agua clara de cualquier fuente o el mismo reflejo de sus ojos.

Unos ojos claros, verdes y con unas pupilas violentamente negras que ahora estaban resguardas, como hibernando, tras unas gafas. Rectangulares, negras y de pasta. Éstas estaban sujetas así, como por la magia del mejor hechicero, por una nariz pequeñita y graciosamente tintineante. Bajo la puntita de aquella nariz unas rojas fresas en las que se podía besar el campo verde. Todo ese maravilloso conjunto estaba recogido por un encantador moñito que asomaba en el blanco cuello de su camisa.

Me acerqué hasta el sofá agarré la solapa de su camisa que se formaba gracias a un descuidado botón desabrochado. Y cuando después de besar las fresas me acerqué hasta su cálido cuello ella se recostó en el amigable sofá beige hasta arroparnos los dos en sus pechos ahora duros. Mis manos se apresuraron a su fino culotte y lamieron sus piernas, las rodillas para después volar a sus ingles donde no pudieron resistirse a apretarla. En aquellos instantes un suspiro me acarició mi cuello.

Fui deshaciendo los botones con mis ardientes manos en tanto que nos amábamos con nuestras narices que se rozaban tiernamente como paseándose por aquel maravilloso paisaje. Ésas mismas traidoras que entraron dentro del fino y suave culotte para luego empezar a arder dentro del Río.

Un suspiro me empujó hacia el fondo del inmenso sofá. Y ese mismo ardiente suspiro me besó, me mordió, me lamió, me sorbió. Mis dedos no se detuvieron hasta su fino cabello que ahora parecía reflejado del rojo de mi sangre. Deshice aquella coleta que se sostenía tímidamente, temerosa de participar en todo este asunto; salió disparada cobardemente hasta el final de la Noche. Fue entonces cuando volví a ver sus rabiosos ojos verdes rodeados de una preciosa melena y sosteniendo entre sus caprichosos dedos mi Luna.

Casi sin darnos ni cuenta el culotte cayó sobre el portátil. Agotados y rindiéndonos ante nuestros órganos más vivos nos unimos lentamente deseando que ese momento perdurase en nuestro cuerpo, en nuestras cabecitas para siempre.

El dulce y entrañable Calor se apoderó de todo el salón y de la Noche para después descargar sus éxtasiantes masajes por todo nuestro cuerpo originándonos tiernos y ligeros temblores que se hacían acompañar de besos y caricias.

Asfixiados derramamos los cuerpos por el gigantesco sofá.

Absurdamente después siempre llega la impasible tranquilidad que pisotea TODO aquello fuertemente. Recuperamos nuestros cuerpos, parte de nuestras ropas y vagabundeamos sin rumbo fijo por el salón; totalmente desorientados y penitentes. En el baño refugiándome de aquel maravilloso cataclismo un elocuente chorro de agua casi estuvo a punto de recuperarme.

Abrí la puerta desde donde se veía el salón. Allí seguía el portátil, unos libros, una carpeta y fotocopias. Recogí de la mesa la comida, me senté en el sofá, al lado del portátil dejé la tartera de cartón con la comida y recogí mi arrugada camiseta.

Con la camiseta entre mis manos me recosté en lo que ahora parecía un ridículo sofá y pensé en el sobre:

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Natalia hago realidad todas tus fantasías 6549483217 500€

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No tenía hambre.

1 comentario:

Sergio Lesmes dijo...

H_R fuckwritter maximo!!!

duro con el blog, maestro!